Cuando David Bowie lanzó Ashes to Ashes en 1980, no solo revivió a uno de sus personajes más enigmáticos, sino que ofreció un autorretrato melancólico y profundamente simbólico. Esta pieza, envuelta en sintetizadores y nostalgia, marcó el cierre de una era y el inicio de otra.
Ashes to Ashes formó parte del aclamado álbum Scary Monsters (and Super Creeps), y representa uno de los momentos más introspectivos de Bowie. En esta canción, retoma la figura del Mayor Tom —el astronauta que había presentado en Space Oddity—, pero ahora lo muestra derrotado, vulnerable y envuelto en sombras, simbolizando su lucha personal con las adicciones y la fama.
El sonido vanguardista, repleto de texturas electrónicas y una producción sofisticada, resume la transición de Bowie del glam de los setenta hacia un sonido más experimental que influenciaría el pop y el new wave de los ochenta. La voz procesada, los coros hipnóticos y la melodía melancólica hacen de Ashes to Ashes una obra maestra del pop conceptual.
El video musical, dirigido por Bowie junto a David Mallet, es una pieza visual icónica: un collage surrealista que mezcla referencias religiosas, futurismo y decadencia, adelantándose a la estética del videoclip moderno. Su impacto fue tan profundo que sigue siendo una de las imágenes más reconocibles de toda su carrera.
Ashes to Ashes no solo es una secuela musical, sino una confesión velada, una despedida al pasado y una declaración de reinvención. Bowie, fiel a su estilo, transformó la narrativa personal en arte universal. A más de cuatro décadas de su lanzamiento, sigue siendo un testimonio conmovedor de la capacidad del arte para iluminar la oscuridad.