En 1997, Natalie Imbruglia soltó una bomba emocional con Torn, y desde entonces, no ha habido corazón noventero que no haya cantado esa letra con el alma rota. Aunque la canción era un cover (sí, lo es), fue su versión la que se volvió un fenómeno mundial. Con una mezcla perfecta entre vulnerabilidad y fuerza, Natalie se convirtió en la reina del pop alternativo de una generación.
Hoy, casi tres décadas después, Torn sigue sonando igual de poderosa. ¿Pero por qué? ¿Qué tiene esa canción que nunca se va? Aquí te contamos por qué Natalie Imbruglia sigue siendo un ícono que nos duele… rico.
1. Una balada pop que no suena como balada pop
Torn no tiene los clichés de las baladas pop de los 90: es íntima, cruda y sin producción exagerada. Suena honesta. Suena como tú, llorando en tu cuarto porque tu crush te ignoró. Y eso la hace eterna.
2. El video musical: puro minimalismo emocional
Nada de coreografías ni efectos locos. Solo ella, en un departamento, con una cámara girando y un acting muy lowkey. El resultado: nos identificamos cañón. Porque menos es más, y Natalie lo sabía.
3. Una voz única entre miles
Mientras muchas cantantes pop buscaban sonar potentes y perfectas, la voz de Natalie era natural, casi hablada. Con su acento australiano y ese tono melancólico, Torn suena como una plática con tu mejor amiga.
4. Una carrera más allá del hit
Aunque Torn fue su mayor éxito, Natalie no fue un one-hit wonder. Su álbum Left of the Middle vendió millones, y ha seguido lanzando música que vale la pena. Además, ha tenido una carrera como actriz, modelo y hasta jueza de talentos.
5. La nostalgia la mantiene viva
Torn aparece en listas, soundtracks y TikToks cada tanto. Es de esas canciones que no envejecen. Cada nueva generación la descubre y se conecta con ese mismo sentimiento: estar rota, confundida… pero cantándolo con estilo.
Natalie Imbruglia no fue una moda pasajera: fue un momento
Y como todo momento importante en tu adolescencia, se queda. Torn no necesita trending topics para seguir siendo parte de la cultura pop. Es uno de esos himnos que viven en los recuerdos, en las playlists, y en cualquier noche en la que necesitas cantar algo para sacar el drama.