Antes de que los grandes festivales y los conciertos en estadios se convirtieran en algo habitual en México, hubo una noche que lo cambió todo. El 9 de abril de 1989, el rockero británico Rod Stewart se subió al escenario del Estadio Corregidora de Querétaro, ofreciendo un espectáculo que no solo dejó una marca imborrable en sus miles de asistentes, sino que reabrió las puertas del país a los megaeventos musicales.
Aquel concierto no fue solo una fecha más en una gira mundial; fue un acontecimiento histórico que rompió un ayuno de casi dos décadas y demostró que México estaba listo para recibir a las más grandes estrellas del rock.
El contexto: México y la sequía de conciertos
Tras el Festival de Avándaro en 1971, el rock en México fue marginado y los permisos para conciertos masivos de artistas internacionales se volvieron prácticamente inexistentes. Durante años, el público mexicano tuvo que conformarse con escuchar a sus ídolos en la radio o viajar al extranjero. Aunque hubo visitas esporádicas, como la de Queen en 1981, un evento de la magnitud del de Rod Stewart era una rareza.
La elección de Querétaro como sede, en lugar de la Ciudad de México, fue una jugada estratégica que evitó las complicaciones burocráticas de la capital y convirtió al concierto en un punto de encuentro nacional.
La peregrinación a Querétaro
La noticia del concierto provocó una movilización sin precedentes. Miles de fanáticos de todo el país, pero principalmente de la Ciudad de México, emprendieron un peregrinaje por carretera hacia Querétaro. La ciudad, no del todo preparada para tal afluencia, vio sus hoteles y calles desbordados por jóvenes vestidos con chamarras de cuero y peinados ochenteros.
La atmósfera era de pura expectación. Para muchos, era la primera oportunidad de ver en vivo a un artista de talla mundial. La banda mexicana Neón, una de las más importantes del movimiento “Rock en tu idioma”, tuvo el honor de ser la encargada de abrir el histórico espectáculo.
Balones de fútbol y rock and roll
Cuando Rod Stewart finalmente apareció en el escenario, la energía del estadio estalló. En la cima de su popularidad ochentera, el artista británico ofreció un show cargado de sus más grandes éxitos, como ‘Da Ya Think I’m Sexy?’, ‘Hot Legs’, ‘Forever Young’ y la inmortal ‘Maggie May’.
Sin embargo, el momento que quedó grabado en la memoria colectiva fue cuando Stewart, un apasionado del fútbol, comenzó a patear balones autografiados hacia la multitud. Ese gesto, que hoy es una de sus marcas registradas, se convirtió en el símbolo de una noche de celebración y comunión entre el artista y un público que había esperado demasiado tiempo.



El legado: la puerta se abrió para siempre
El concierto de Rod Stewart en Querétaro fue un éxito rotundo y sirvió como prueba de fuego. Demostró que en México existía un mercado masivo, apasionado y organizado, capaz de albergar eventos de primer nivel. A partir de ese momento, las puertas se abrieron de par en par. En los años siguientes, artistas como Bon Jovi, INXS y Paul McCartney llegarían al país, consolidando a México como una parada obligatoria en las giras mundiales.
A más de tres décadas de distancia, aquel show sigue siendo recordado como un antes y un después para los conciertos masivos en México, una noche legendaria en la que el rock and roll recuperó el lugar que le correspondía.
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