Una medida que sacude a la industria del cine. Donald Trump ha generado controversia al anunciar un arancel del 100% a todas las películas producidas fuera de Estados Unidos. Su justificación: “La industria cinematográfica en América está muriendo rápidamente”, escribió en su red Truth Social. ¿El objetivo? Obligar a que las películas vuelvan a filmarse en suelo estadounidense.
Según Trump, países como Reino Unido y Nueva Zelanda están atrayendo producciones con incentivos fiscales, lo que representa una “amenaza a la seguridad nacional”. Esta postura impactaría directamente a producciones de alto perfil como Avengers: Doomsday y Star Wars: Starfighter, ambas filmadas en el extranjero, así como la esperada Avatar: Fire and Ash, grabada en Nueva Zelanda.
El anuncio llega después de que el actor Jon Voight, cercano a Trump, sugiriera medidas para regresar las producciones a Estados Unidos. Voight ha sostenido pláticas con sindicatos y estudios, proponiendo incentivos fiscales federales, aunque Trump parece preferir el camino de los aranceles antes que ofrecer apoyos económicos.
Esta política, sin precedentes en el sector audiovisual, podría tener efectos mixtos: por un lado, obligaría a las productoras a reconsiderar sus locaciones de rodaje, pero por otro, encarecería la distribución de películas extranjeras, afectando tanto a estudios como al público.
En un mundo donde la colaboración global es clave para el cine, la postura de Trump podría redefinir las reglas del juego para Hollywood y los grandes estudios internacionales.