Rick Rubin: cuando crear es una manera de estar en el mundo

Rick Rubin no necesita presentaciones. Su nombre se ha convertido en un eco que atraviesa géneros, generaciones y fronteras. Es el productor que ayudó a dar forma al hip hop cuando aún era un susurro en las calles de Nueva York, el mismo que acompañó a Johnny Cash en su resurrección artística, el que llevó a los Red Hot Chili Peppers a encontrar la esencia de su sonido, y el que supo escuchar los silencios tanto como las notas.

Hoy Rubin se revela en otra faceta: la de guía espiritual de la creatividad. En su libro El acto de crear: Una manera de ser, nos abre la puerta no solo a su universo musical, sino a una filosofía que trasciende los estudios de grabación.

El productor que busca lo esencial

Desde que fundó Def Jam en los años ochenta, Rick Rubin mostró que lo suyo no eran las etiquetas, sino la autenticidad. Apostó por Run-D.M.C., Beastie Boys y LL Cool J cuando el rap aún no era mainstream. Se adentró en el metal con Slayer y fundó con ellos un nuevo género el Trash, encontró la vulnerabilidad en los Chili Peppers, y devolvió la voz al alma de Johnny Cash cuando muchos lo creían en silencio.

Ese recorrido no solo lo convirtió en leyenda, también en un buscador incansable de lo esencial: esa chispa irrepetible que convierte a una canción en algo eterno.

La creatividad como derecho de nacimiento

En El Acto de Crear, Rubin comparte lo que ha aprendido de todos esos encuentros: que la creatividad no es un don reservado para artistas, sino un modo de estar en el mundo. Divide su reflexión en fases: semilla, experimentación, elaboración y finalización, como si hablara de un ciclo vital en el que cada persona puede encontrar su voz.

Lo que propone es simple y profundo: estar atentos, cultivar la intuición, aprender a soltar y a confiar en que, más allá de la técnica, lo creativo nace de nuestra manera de mirar, sentir y vivir.

Las 78 áreas del pensamiento creativo

El corazón del libro se desarrolla a través de 78 áreas de pensamiento, pequeñas ventanas que invitan al lector a detenerse y contemplar. No se leen como capítulos convencionales, sino como destellos o meditaciones que iluminan diferentes aspectos del proceso creativo.

La semilla: Rubin habla de la inspiración como algo que debe recogerse con delicadeza. Una idea puede llegar en cualquier momento y, como una semilla, necesita ser cuidada antes de convertirse en algo más grande. Recomienda observar el mundo con apertura, sin prejuicios, como si cada instante fuera capaz de revelar un hallazgo.

La experimentación: aquí se enfatiza la importancia de jugar, de probar caminos, de no descartar lo absurdo o lo inesperado. Rubin insiste en que muchas veces lo valioso aparece donde nadie lo busca. Es la etapa de abrir puertas y no cerrarlas demasiado pronto.

La elaboración: en este bloque invita a trabajar con disciplina, pero sin perder la frescura. Habla de la importancia de comprometerse con un proyecto sin que el miedo al error paralice. Sugiere pulir, estructurar y desarrollar, pero manteniendo viva la energía inicial.

La finalización: Rubin dedica varias reflexiones a lo difícil que es terminar. Advierte contra la tentación de perseguir la perfección eterna. Para él, terminar es un acto de valentía: soltar la obra, dejar que respire por sí misma y confiar en que cumplirá su propósito en el mundo.

Dentro de estas áreas, Rubin habla también del silencio como parte de la música, de la atención plena como herramienta de creación, de la importancia de la sencillez y de la necesidad de mirar hacia adentro para encontrar lo auténtico. Cada área funciona como una guía breve, casi como un aforismo expandido, que puede aplicarse tanto a escribir una canción como a vivir con mayor plenitud.

Un legado más allá de los discos

Rubin ha ganado premios, ha producido discos inmortales, ha transformado carreras. Pero lo que late en El acto de crear es una verdad más íntima: que su verdadera obra no son solo los álbumes que ha producido, sino la forma en que entiende la vida como un acto creativo permanente.

Al leerlo, uno siente que Rick Rubin no nos habla desde un pedestal, sino desde la calma de alguien que aprendió a escuchar lo invisible. Y entonces, cada página se convierte en un recordatorio de que todos llevamos dentro una voz esperando ser descubierta.

Crear, al final, es tan natural como respirar. Y Rick Rubin nos invita a recordarlo.

PABLO EMILIO ISLAS MARQUEZ

AGOSTO DE 2025.